3.-
Que evaluar para identificar Problemas de Aprendizaje
Los criterios diagnósticos
del DSM-IV especifican que el TA debe basarse en algo más que la exploración
clínica; es imprescindible evaluar la presencia de un déficit específico
mediante protocolos de test estandarizados. Además, es también indispensable la
medida formal del Cociente Intelectual (CI). Esta evaluación, realizada por un
especialista en neuropsicología o psicopedagogía debe ser meticulosa.
Por tanto, el Psicólogo
Escolar debe tener suficientes
conocimientos sobre el desarrollo infantil y los factores de riesgo de
dificultades de aprendizaje.
La identificación de los TA
en edades preescolares (0-6 años) continúa siendo extremadamente difícil y, por
lo general, estos niños no se diagnostican hasta el segundo grado de educación
primaria.
Solamente un equipo
multidisciplinar (formado por pediatra, neuropediatra, psiquiatra infantil
psicólogo, maestro y pedagogo) podrá evaluar correctamente a un niño con TA.
Para valorar adecuadamente
el rendimiento escolar, el Psicólogo Escolar debe tener unos conocimientos
amplios sobre los objetivos curriculares de cada ciclo educativo y sobre las
edades a las que los niños deben dominar las destrezas básicas de lectura,
escritura, cálculo; también debe saber examinar el lenguaje, la motricidad
gruesa y fina, la lateralidad, etc. para así evidenciar «señales de alerta» que
apuntan hacia un posible TA.
Anamnesis
Como en cualquier otra entidad clínica,
se debe comenzar por realizar una buena
historia clínica. Ciertamente, en los primeros años de la vida los TA parecen
muy silentes, pero si hacemos una buena historia clínica podemos recoger
durante los dos primeros años de edad datos como: pequeñas desviaciones en el
tono muscular y en la motricidad gruesa y fina, en el nivel de atención, de
actividad, de respuesta sensorial o temperamento.
• Antecedentes obstétricos:
prematuridad, bajo peso, infecciones, etc.
• Primeros hitos del
desarrollo psicomotor: edad de destete y deambulación autónoma, primeros
bisílabos proposititos, primeras palabras y frases.
• Enfermedades
intercurrentes: cualquier enfermedad crónica que pudiese justificar absentismo
escolar, etc.
• Signos de alarma: precisar
si existen los signos de alarma señalados en la tabla 2, correspondientes a los
distintos rangos de edad: preescolar, educación primaria y secundaria
• Antecedentes familiares:
hay un componente genético en la etiología de la dislexia, del déficit de
atención/hiperactividad y de la discalculia.
• Comorbilidad: descartar
trastornos comórbidos como ansiedad, depresión, problemas de conducta,
problemas de autoestima y trastorno por déficit de atención.
Se debe preguntar siempre a
los padres sobre la opinión del maestro acerca del aprendizaje del niño.
Bastantes estudios apoyan que el profesorado de los primeros años escolares puede
ser el mejor indicador de futuros problemas académicos. Además, será útil poder
ver los boletines de calificaciones y algunos de los trabajos escolares del
niño, fijarnos en que asignaturas domina mejor y en cuales tiene más
dificultades nos ayudará a orientar también el problema.
Por otra parte, hay que
tener en cuenta siempre la calidad de la enseñanza del niño en la escuela, y
especialmente el contexto de grupo en el que se mueve; así por ejemplo, un
chico con un TA puede no detectarse tampoco durante los primeros años de
escolaridad dentro de un grupo de chicos con un bajo nivel escolar entre los
que puede ser, en esos momentos, un estudiante sin problemas.
Además, debe realizar una
exploración física general del niño para descartar otras entidades, incluyendo
una completa exploración neurológica para excluir enfermedades
neuropediátricas.
Deberá descartar problemas
sensoriales visuales y/o auditivos. En presencia de éstos sólo podrá
diagnosticarse un TA cuando las dificultades de aprendizaje exceden de las
habitualmente asociadas a dicho déficit sensorial.
Habrá que fijarse en ligeras
alteraciones del tono muscular y descartar la presencia de los llamados «signos
neurológicos menores» (soft signs), que se consideran signos importantes de un
trastorno menor y no signos menores de una lesión importante.
Algunos son, a cualquier
edad, manifestación de una disfunción neurológica leve, pero otros sólo tienen
significado a partir de una determinada edad. Los buscaremos en los niños entre
los 6 y 12 años de edad valorando:
• Las praxias (capacidad del
niño para ejecutar acciones motrices por imitación o ante una orden verbal). Se
exploran pidiendo al niño que saque la lengua y la mueva a los lados, que
atornille y desatornille el martillo de reflejos, etc.
• Las gnosias (proceso de
percepción, reconocimiento y denominación de estímulos). Se pueden explorar
pidiendo al niño que haga el reconocimiento digital con los ojos cerrados, que
reconozca objetos al tacto, etc.
• Las sincinesias (presencia
de movimientos superfluos, no propositivos, que aparecen en un movimiento
propositivo). Son fenómenos fisiológicos; lo que les convierte en patológicos
es bien su exageración, su ausencia (por ejemplo la ausencia del balanceo de
brazos propios de la marcha bípeda) y su persistencia fuera de la edad
habitual. Las sincinesias se consideran normales hasta la edad de 8-9 años. A
partir de esta edad, por ejemplo, un niño no debería mostrar movimientos
superfluos en las manos cuando camina con el borde externo de los pies en consulta.
3.1- Evaluación
Psicopedagógica
El diagnóstico psicopedagógico de las Dificultades de
Aprendizaje ha de hacerse tomando en
cuenta el contexto clínico, sin limitarlo a la aplicación de una batería de
tests. Se trata de realizar una valoración tanto cuantitativa, al comparar el
rendimiento obtenido por el niño con el grupo normativo de su edad, como
cualitativa, al analizar el modo de enfrentarse a la tarea, estrategias
cognitivas que utiliza, etc. Se trata de detectar sus puntos débiles y fuertes.
De esta forma, nos
aproximamos a la realidad funcional del niño, a sus formas de procesamiento,
más que evaluar el producto final. La evaluación psicopedagógica nos permite
emitir hipótesis realistas acerca de su «zona de desarrollo potencial» y así
plantear los objetivos y las estrategias de reeducación más adecuados. De
acuerdo con la patología sospechada en la primera entrevista, en función de los
datos anamnésicos del desarrollo del niño y de la conducta cotidiana en el
medio familiar y escolar, se seleccionan las pruebas estructuradas según la
edad del niño y las funciones cognitivas que se quieren evaluar: inteligencia,
atención y control directivo, memoria, lenguaje, gnosias y praxias y
lecto-escritura.